I
Cuando uno es un ser simple quiere cosas simples. Y se asombra con cosas simples. A mí me gustaba sentarme adelante en los autobuses. Yo tenía unos once-doce años, y había convencido a mi mamá me que no me pagara el microbús para ir a la escuela y que me dejara irme en bus. Me dio una tarjeta de teléfono y me dijo que le tenía que llamar al trabajo cuando llegara al colegio. Esas primeras veces para mí era una hazaña. Me iba adelante porque suponía que era seguir las reglas, o que quizás era un poco más seguro. Y además me gustaba ver la simpleza de cómo el conductor se las ingeniaba para dar pasajes, y tomar el manubrio gigante, y poner todas las velocidades. A mí me parecía un arte. Me lo sigue pareciendo. Quizás ya no me imagino andar manejando en una 30-B, pero en ese momento parecía ser un gran trabajo. Y en mi mundo significaba todo. El conductor del bus en que me atrevía a ir sola.
II
Soy una miedosa. Las cosas nuevas me dan mucho miedo. Ya he escrito muchas veces, que además de miedo sin sentido, puedo tener miedo a las cosas menos terribles, cotidianas. Imaginarme así que de repente el metrobús en el que voy choca, todos morimos. O bien que nunca podría salir del vagón del metro porque ha habido un terremoto. Todos los aviones en que viajo o viajo mis queridos se caen. Son pensamientos estúpidos yo sé, pero díganselo a ellos, yo no los quiero tener, Pero están ahí. Es muy fácil decirle a alguien "no pensés en eso". Lo terrible es cuando no podés controlar eso. Sentir que se desvanece la sonrisa en el rostro de un día feliz, ante el miedo atroz que sea la última, la última de tu vida, de la vida de los que querés. Y no poder dormir por la ansiedad después de épocas felices.
III
Pero también las cosas se controlan un poco. Uno vive. Así de simple. Pero quizás uno va viviendo distinto. No he leído una novela en mucho tiempo. Tengo incluso varios meses sin leer alguno de mis poemas favoritos [pausa necesaria: creo que todos tenemos que llegar a leer a Emilio Ballegas, vaya allá y si no vuelve a este post, no importa]. Me he dado cuenta que siento que me estoy perdiendo de algo y que prefiero ser yo quien no lo busca, como quien le dice a ese deseo de escribir y de palabras: "soy yo la que no te tengo", cuando soy yo la que no me tengo. ¿Será que es cierto que ya no tengo nada qué contar, qué cada vez las palabras me salen menos?
IV
Este año ha sido bueno. En realidad, quizás muy bueno. Creo que estoy cosechando cosas y sobre todo conseguí un trabajo en algo que me encanta y me gusta. Vuelvo a ser un poco economista, sí Ana, tragate tus palabras. Vuelvo a ser esa niña que programaba en la clase de computación de su papá. Soy feliz, quizás. A pesar de los pesares. Pero, uno se cuestiona siempre ¿será esto para siempre? ¿hoy sí tendrá mi trabajo un impacto? ¿soy quien debería ser? Tan sencillo que parecía dominar el arte de andar en bus.
V
Hace poco tomé el auto, de nuevo. Manejé por las calles del DF y fue algo un poco raro, hasta conocí lugares que no conocía (hola, Tláhuac). Luego manejé por San Salvador y fue la sensación más rara, sentir las calles ajenas sí, a veces muy conocidas, agradablemente conocidas y, otras tantas nuevas, distantes. Quizás, me digo, es una cuestión de hábitos. Quizás debo ser más dura con todo lo que quiero ser, vencer algunos miedos. Pero a pesar de los hábitos y esfuerzos, uno nunca puede volver a ser, o ser quien es su propia mente.
VI
A pesar de los pesares. Este es un post optimista.