"Júntate con tus iguales", me decía en repetidas ocasiones Rafa cuando yo llegaba a contarle algún lío de ¿pantalones?. Me decía que todos mis problemas se resolvían si me dejara de llevar con los pendejos que me llevaba. Que yo básicamente, escogía muy mal.
Hoy justo me estaba acordando de eso y de esta otra "Pinches hormigas, son todas iguales". Que me dijo en alusión a la hormiga 2 (Sandra Aguilar), porque decía que las dos padecíamos de esos males.
Yo tenía ¿23 años? cuando sacaba todo ese drama del vivir de juventud. Rafa, me imagino que se reía en sus adentros, porque mis problemas eran pues... poco graves. Pero él nunca los menospreció. Igual yo podía hablar de cosas más profundas o no hablarlas.
¿Por qué te molesta verbalizar? Me interrogó más de alguna vez cuando sabía que me ponía yo incómoda de hablar de mi poemario "terminado". Y me dijo que yo seguro tenía más cosas que decir. Seguro, pero aún me aterra. Más hoy que estoy "sola".
Muchas veces he pensado en los fantasmas que terminó cargando Rafa. Con tanta gente en el taller. Con tantos sentimientos que afloraban en nosotros, jóvenes con historias que contar. Aunque esas historias se contaran solo a nosotros mismos. A veces se me imagina que tanto dolor que le pasamos lo terminó enfermando. Es un pensamiento tonto, pero a veces lo tengo.
Él entró en sintonía en mi proceso. Y me acompañó. Sabía que lo que escribía para mí representaba cosas que yo estaba descubriendo que sentía. Tenía por un lado que aceptar mis sentimientos y por otro darles nombre. Darles formas. Darles precisión. El poemario que escribí entonces quizás es el más importante escrito de mi vida. No creo que otra cosa me vaya a doler más que ésa. Y él lo sabía.
Todo lo demás, es pura ganancia. Si algún día me llego a "profesionalizar" en esto de escribir, es pura ganancia. Yo pude descubrir qué sentía diciendo cosas, cosas que transmiten esos sentimientos sin nombre.
Por eso, creo que nadie va entender que más que al escritor, Rafael Menjívar Ochoa, yo extraño al compañero que no le tiene miedo a tu camino, por más jodido que esté. Por más largo que sea. Porque nunca tuvimos prisa.
De haber sabido que le diría adiós tan pronto, hubiera caminado mucho más rápido para que anduviéramos más.
Pero los hubieras, esos sí los podemos escribir.
Hoy justo me estaba acordando de eso y de esta otra "Pinches hormigas, son todas iguales". Que me dijo en alusión a la hormiga 2 (Sandra Aguilar), porque decía que las dos padecíamos de esos males.
Yo tenía ¿23 años? cuando sacaba todo ese drama del vivir de juventud. Rafa, me imagino que se reía en sus adentros, porque mis problemas eran pues... poco graves. Pero él nunca los menospreció. Igual yo podía hablar de cosas más profundas o no hablarlas.
¿Por qué te molesta verbalizar? Me interrogó más de alguna vez cuando sabía que me ponía yo incómoda de hablar de mi poemario "terminado". Y me dijo que yo seguro tenía más cosas que decir. Seguro, pero aún me aterra. Más hoy que estoy "sola".
Muchas veces he pensado en los fantasmas que terminó cargando Rafa. Con tanta gente en el taller. Con tantos sentimientos que afloraban en nosotros, jóvenes con historias que contar. Aunque esas historias se contaran solo a nosotros mismos. A veces se me imagina que tanto dolor que le pasamos lo terminó enfermando. Es un pensamiento tonto, pero a veces lo tengo.
Él entró en sintonía en mi proceso. Y me acompañó. Sabía que lo que escribía para mí representaba cosas que yo estaba descubriendo que sentía. Tenía por un lado que aceptar mis sentimientos y por otro darles nombre. Darles formas. Darles precisión. El poemario que escribí entonces quizás es el más importante escrito de mi vida. No creo que otra cosa me vaya a doler más que ésa. Y él lo sabía.
Todo lo demás, es pura ganancia. Si algún día me llego a "profesionalizar" en esto de escribir, es pura ganancia. Yo pude descubrir qué sentía diciendo cosas, cosas que transmiten esos sentimientos sin nombre.
Por eso, creo que nadie va entender que más que al escritor, Rafael Menjívar Ochoa, yo extraño al compañero que no le tiene miedo a tu camino, por más jodido que esté. Por más largo que sea. Porque nunca tuvimos prisa.
De haber sabido que le diría adiós tan pronto, hubiera caminado mucho más rápido para que anduviéramos más.
Pero los hubieras, esos sí los podemos escribir.