jueves, 21 de abril de 2011

¿Economista?

Hace más de cuatro (¡cuatro!) años me gradué de la licenciatura. "Licenciada en Economía".

Tengo una licencia en una ciencia. Primero no entiendo muy bien ese concepto. Y segundo la ciencia esa en la que estoy licenciada se me hace ya bastante ajena.

Me puse a hacer un ejercicio mental, que debiera ser como la tablas de multiplicar para cualquier economista. ¿Si sube la tasa de interés, cómo se desplazan las curvas IS-LM?. Y no supe qué contestar. Supuse por un momento que me acordaba que LM era la del mercado monetario y que se debía mover. Pero que en la IS estaba la inversión (si mal no recuerdo). El problema no es la respuesta, que puede o no puede ser. Es mi poca certeza de una ciencia que pasé estudiando más de cinco años.

Y sí, la economía es mucho más que el modelo IS-LM. Y me recuerdo de cosas así como "los mercados se vacían", querido Walras. Y digo con mucha certeza "ceteris paribus". También puedo decir "En el largo plazo estaremos todos muertos", querido Keynes. Pero ya no me siento economista. Por más que quiero ya no pienso así.

No sé si alguna vez lo pensé. Fui mil veces (bueno no mil) instructora de Microeconomía, y puedo hablar sin equivocarme de las preferencias. También sé más o menos cómo se ven las curvas de costos. Pero ya no me acuerdo para que me servía todo eso.

Eso. Quisiera saber porqué estudié economía. Ya no me acuerdo. Porque la tasa de interés no me dice mucho, quizás a veces la de inflación. No, nunca fui financiera y nunca supe que significa el NASDAQ con certeza. Pero ceteris paribus, soy economista porque tengo un título. Y a veces uno dice a lo Say "Toda oferta crea su propia demanda". ¿Para qué me quieren, como economista? Demanden (me).

viernes, 15 de abril de 2011

La violencia infantil

Cuando uno dice violencia infantil parece que hablaremos de la violencia que infrigen los adultos contra los niños. Eso no es violencia infantil, porque no les pertenece. Uno se imagina que los niños no son violentos. Que la violencia no les pertenece y quizás así debiera ser.

Coyoacán tiene la característica de que abundan los niños como vendedores ambulantes. Estos niños te venden chicles, flores, muñequitas, duvalines y demás cosas que se pueden comprar con las moneditas que a uno le sobra. Como novata, recién llegada empecé a comprar. Una vez, después de comprarle como cuatro niñas, una niña me exigía que le comprara y se puso a llorar, en plan de chantaje total. Me sentí como rara ante eso. Y muy sacada de onda de cómo estos niños empiezan a decirte "deme que yo no tengo nada y usted sí" "que me duele la panza de no comer". Es terrible. Porque la verdad es que uno está en Coyoacán tomándose una cerveza o un café que se vuelve bastante amargo.

Después de lo de la niña me puse un poco más fuerte en eso de comprarles cosas. Hace poco estábamos con unos amigos en un bar. Coyoacán, para los que no conocer su centro histórico, tiene las mesas así como en la calle y en la pasada -digan como el cafecito ése que está a la par de Centro Tecleño en Santa Tecla en El Salvador. Entonces estábamos ahí. Después de sin exagerar más de diez niños que nos habían pedido, llegó un niño y me dijo "deme una alita". Agarré una servilleta y le di dos alitas. No podía negarle comida. No me parecía. Pero después tuve una pequeña multitud de infantes pidiéndome alitas, que obviamente no me alcanzaban las alitas para darles a todos.

Empecé a decirles que no me alcanzaba, les daba explicaciones, porque pues ellos no eran diferentes al niño que sí le di alitas y toda la situación se me hacía bastante injusta. Y mientras daba explicaciones y otro niño se quería llevar el bote de Nestea de una amiga, sentí unos arañazos en las piernas. Con estos calores he andado en faldas y pues el arañazo se sintió perfectamente. Me quedé así como buscando entre los niños quien podría haber sido de todos. Luego sentí nuevamente y le dije "No me aruñés", claro que no me entendió, porque hablé en total salvadoreño, aquí no se aruña, se araña. Y ya enojada le dije que no, y ella me decía que ella no tenía nada que comer y que yo sí. Luego me jaló el pelo. Una amiga entonces intervino y como buena madre calló a todos los niños y me dijo que ya no les explicara nada. Yo asentí. Pero estaba bien sacada de onda. Seguimos departiendo. Los niños siguieron llegando. Otro niño, que vendía alguna artesanía, le dijo a la amiga del Nestea "Puta perra", cuando ella se negó en comprarle lo que vendía.

Todo me dejó pensando en los niños. No tendrían ni siete años. Pensé en las maras y cómo los niños se integran a los diez años. He pensado en esa imagen que hasta puede resultar graciosa de una niña golpeándome, yo que no soy pequeña y para nada delgada. Pienso en lo infantil de la violencia. Esa violencia que les pertenece a los niños, que ya es cotidiana, que les es necesaria, que les resuelve algunas cosas. Y quizá la imagen es extraña, pero es real.

lunes, 4 de abril de 2011

Rafa y la distancia y lo que puedo hacer

Desde hace un par de semanas me han pasado cosas de las que no he hablado. Yo no he hablado de lo que se siente que alguien que querés mucho esté enfermo. Y que además esté lejos. Más bien, que uno esté lejos. Porque las distancias parecen medirse desde quién debería moverse.

Es lo peor. Una gran impotencia. Yo no puedo llegar y apoyar a mis amigos y a la gente que quiero y que quiere también a Rafa.

Estar lejos es esto: no tener con quien compartir un abrazo. Ni siquiera que me entienda cómo quiero a Rafa ni por qué lo quiero tanto. Nadie, por más que le explique, que lo conocí en el Taller Literario de La Casa del Escritor, podría con esa fría descripción saber algo.

Porque para mí Rafael Menjívar Ochoa, no es sólo el gran escritor que es. De esa novela que me encanta Trece, ni de esa otra Cualquier Forma de Morir. Para mí no es sólo quien me dijo cuando le mandé mis textos que me hacía falta dos cosas "técnica y más técnica". No es sólo eso. Pero nadie lo puede entender y yo mucho menos explicar. Pero ahí están esas cosas, que son más fáciles de contar, enumerar y que dan cuenta que Rafael es un elemento importante en la literatura salvadoreña, por su obra y por su labor de dar acompañamiento.

Porque Rafa no es mi maestro, no es mi profesor, no soy su discípula ni soy su aprendiz. Creo que siempre nos ha tratado como iguales. Como "Iguales en diferentes momentos del proceso de ser escritor", nos dijo más de alguna vez. Incluso me hizo ver cómo compañeros míos, mucho más jóvenes, me sacaban ventaja en esto de escribir.

Yo no puedo hacer mucho, desde lejos. Sólo puedo decirles otra vez que hay una página en facebook, donde se pueden enterar de las diferentes actividades que se están haciendo -y que además están buenas: lecturas, conciertos y más. Además puedo decirles de nuevo que hay una cuenta en un banco y que hay libros, muy buenos, que pueden comprar.

Porque Rafa, mi amigo, lo necesita.

Aquí los datos.



viernes, 1 de abril de 2011

Rafa

Les doy el comunicado oficial de la familia de mi querido amigo Rafael Menjívar Ochoa

Den clic y se lee más grande.


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