De la falta de una firma que no avergüence y la pérdida de uno de mis aritos

Advertencia: Post melómano, dramático y largo

Pues bueno, ayer fue la presentación de la colección Nueva Palabra. Mi libro (que raro suena decir eso y no referirme a cualquier libro, sino a uno que he escrito), está dentro de la colección. Estaba super super nerviosa. No suelo tener mucha pena para hablar en público (y en privado, pues menos). Pero creo que yo no había terminado de caer en cuenta de todo lo que estaba pasando hasta que entré al MUNA y vi los libros en la mesita con precio. Listo para comprarse. Mi libro una mercancía que está a punto de realizarse -pensó mi lado economista/marxista dicho sea de paso--. Y estallé en nervios (aún más), y es que todo el día había andado con ese estrés más que me tenía que cambiar en la oficina para llegar a tiempo (es que conociéndome si me iba desde la mañana vestida suelo cometer cosas como echarme los frescos y almuerzos encima). Así que temprano había metido todo en mi carro-tocador dirían por ahí y ya.

Bueno llegué y obligué a mis amigas que compraran un chicle (como soy autora publicada soy superior y hoy deben obedecer mis órdenes -- es una ironía--). Y como me lo mencionara Mario Francia, el chicle no lo solté y saludaba y saludaba. Me ponía contenta cada vez que veía a alguien conocido que llegaba. Pero al otro lado, un estómago que se apuñaba y sentía un hoyito cada vez más grande y más grande. Sabía que tenía que leer ante tantas personas. Y además personas que conozco. Digamos que si el público es el público, así como algo singular, un conjunto de muchas cosas que no conozco, pues no da pena. Pero un público lleno de gente conocida, me moría de los nervios. Todos me felicitaban y yo no podía estar más agradecida de que estuvieran ahí y tuve un ataque de abrazos a diestra y siniestra. Creo que hasta a gente que me presentaban abrazaba. Bueno, dijeron que me tenía que sentar y yo andaba el chiclecito aún. Y como que mal plante. Entonces no veía yo nada cerca para botarlo. Llegué a mi sillita con mi nombre y le arranqué un pedacito a donde decía mi nombre para poner el chicle y echarlo en la cartera je je je. Y bueno. Empezó. Hablaron las autoridades. Luego empezaron las lecturas de poesía y el comentario de Francisco Andrés Escobar. Yo sentía super largo. Y después me tocó a mí. Me puse mis lentes y pasé. Cuando llegué al podio y vi lo realmente lleno que estaba el lugar, realmente habían dos Anas ahí. Una que sonreía como idiota y otra que estaba escondida debajo del podio. "Ana no seas marica". Y agradecí a quienes debía agradecer: mi familia, mis amigos y amigos y por supuesto a Rafa y a los compañeros y ñeras de La Casa y pum, me tiré a leer un cuento. Me hacía falta el aire pero logré terminar (digamos que mis cuentos son bien cortos, gracias a Dios).

Luego leyó Elena y Alberto. Luego vino el comentario de don Manlio. Qué cosas. Este año ha sido demasiado. En Abril Ricardo Lindo en el Centro Cultural de España había hablado de mis cuentos y hoy Manlio Argueta. Realmente es un honor. En eso vi a Mario (te adoro Mario!) que andaba con la cámara por ahí y yo no podía estar más contenta, cada vez que miraba para atrás había alguien nuevo que se incorporaba porque había llegado tarde.

Terminó todo y a saludar y saludar. Yo no me quería enfrentar a un hecho. A firmar libros. El primer libro que firme (y cómo no iba a ser) fue el de Rafa. Me había sentado en un lugar cómodo y había escrito algo bien pinche y con la letra bien fea antes del evento. Mi firma es horrible. Es que bueno uno crea su firma porque sí, por obligación a los 18 años y eso no sirve. Así que sólo puse mi nombre. Pero no estaba contenta. Pero dije, mi primer libro firmado. Al terminar el acto, creo Herberth Cea me lo pidió, me negué. Es que me temblaba todo. Pero después, bueno ni modo, pudo más la presión social y empecé con la firmadera. Mi letra es feita y más cuando escribo paradita. Qué vergüenza. Además creo que la dedicatoria de Salvador Canjura se me fue un acento de más. Y y yo era puro abrazo, firma, abrazo, firma y sonría a la cámara. Yo no llevaba cámara. Necesito las fotos, por cierto debo pedirlas.

En esa abracedera ocurrió lo esperado: perdí un arito. Que no era mío. Si no de la mamá más bonita, chula y comprensiva del universo, que espero algún día me perdone, aunque aún no se ha dado cuenta. Yo andaba una cartera, los lentes y unas llaves que terminaron distribuidas en mi madre, mi padre y mi hermanito.

Y después del alboroto vi que ya casi no había nadie. Supongo que mis compañeros de colección sufrieron de lo mismo porque no los vi después, a excepción de Roxana que la vi ya de salida.

Me preguntaron hoy que cómo me sentía. Y no sabía explicar exactamente cómo. Pero después vino. Me siento como después de un parcial final. Tranquila y con ganas de dormir.

¡¡Gracias a todos los que llegaron!!!


Otros siempre lo dicen mejor:
Rafa
René
Mario Francia
Elena