Desde hace un par de semanas me han pasado cosas de las que no he hablado. Yo no he hablado de lo que se siente que alguien que querés mucho esté enfermo. Y que además esté lejos. Más bien, que uno esté lejos. Porque las distancias parecen medirse desde quién debería moverse.
Es lo peor. Una gran impotencia. Yo no puedo llegar y apoyar a mis amigos y a la gente que quiero y que quiere también a Rafa.
Estar lejos es esto: no tener con quien compartir un abrazo. Ni siquiera que me entienda cómo quiero a Rafa ni por qué lo quiero tanto. Nadie, por más que le explique, que lo conocí en el Taller Literario de La Casa del Escritor, podría con esa fría descripción saber algo.
Porque para mí Rafael Menjívar Ochoa, no es sólo el gran escritor que es. De esa novela que me encanta Trece, ni de esa otra Cualquier Forma de Morir. Para mí no es sólo quien me dijo cuando le mandé mis textos que me hacía falta dos cosas "técnica y más técnica". No es sólo eso. Pero nadie lo puede entender y yo mucho menos explicar. Pero ahí están esas cosas, que son más fáciles de contar, enumerar y que dan cuenta que Rafael es un elemento importante en la literatura salvadoreña, por su obra y por su labor de dar acompañamiento.
Porque Rafa no es mi maestro, no es mi profesor, no soy su discípula ni soy su aprendiz. Creo que siempre nos ha tratado como iguales. Como "Iguales en diferentes momentos del proceso de ser escritor", nos dijo más de alguna vez. Incluso me hizo ver cómo compañeros míos, mucho más jóvenes, me sacaban ventaja en esto de escribir.
Yo no puedo hacer mucho, desde lejos. Sólo puedo decirles otra vez que hay una página en facebook, donde se pueden enterar de las diferentes actividades que se están haciendo -y que además están buenas: lecturas, conciertos y más. Además puedo decirles de nuevo que hay una cuenta en un banco y que hay libros, muy buenos, que pueden comprar.
Porque Rafa, mi amigo, lo necesita.
Aquí los datos.
Es lo peor. Una gran impotencia. Yo no puedo llegar y apoyar a mis amigos y a la gente que quiero y que quiere también a Rafa.
Estar lejos es esto: no tener con quien compartir un abrazo. Ni siquiera que me entienda cómo quiero a Rafa ni por qué lo quiero tanto. Nadie, por más que le explique, que lo conocí en el Taller Literario de La Casa del Escritor, podría con esa fría descripción saber algo.
Porque para mí Rafael Menjívar Ochoa, no es sólo el gran escritor que es. De esa novela que me encanta Trece, ni de esa otra Cualquier Forma de Morir. Para mí no es sólo quien me dijo cuando le mandé mis textos que me hacía falta dos cosas "técnica y más técnica". No es sólo eso. Pero nadie lo puede entender y yo mucho menos explicar. Pero ahí están esas cosas, que son más fáciles de contar, enumerar y que dan cuenta que Rafael es un elemento importante en la literatura salvadoreña, por su obra y por su labor de dar acompañamiento.
Porque Rafa no es mi maestro, no es mi profesor, no soy su discípula ni soy su aprendiz. Creo que siempre nos ha tratado como iguales. Como "Iguales en diferentes momentos del proceso de ser escritor", nos dijo más de alguna vez. Incluso me hizo ver cómo compañeros míos, mucho más jóvenes, me sacaban ventaja en esto de escribir.
Yo no puedo hacer mucho, desde lejos. Sólo puedo decirles otra vez que hay una página en facebook, donde se pueden enterar de las diferentes actividades que se están haciendo -y que además están buenas: lecturas, conciertos y más. Además puedo decirles de nuevo que hay una cuenta en un banco y que hay libros, muy buenos, que pueden comprar.
Porque Rafa, mi amigo, lo necesita.
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