En un cajón debajo de la cama. Luego en un compartimiento especial del armario. Después, la mitad del clóset. Hasta que todo el clóset. ¿Querés alguna camiseta nueva? No, decía Mariana. ¿Algún libro? ¿Algo, cualquier cosa? No permitía que nada entrara a su cuarto, ni la gente luego y menos sus padres. Porque ellas estaban en todos lados. Y cada vez eran más. Mariana sólo salía sigilosa de la habitación por más. Se marchaba casi de puntillas para no despertarlas y cerraba la puerta rápidamente para que ninguna se le fuera a escapar. Regresaba con muchas más. Siempre. Y seguían creciendo. Eran suavecitas, me dijo. “Así como algodones de azúcar, nomás que no se comen”. Yo asentí. Y me robó una sonrisa esponjosita que puso en un rincón, apretada entre tantas.
*A Nere que lo inspiró con este tuit
Nereísima, coleccionista de risas.
— Nereísima (@nereisima) 14 de febrero de 2013