Uno piensa que muchas cosas están
dadas. Que siempre estarán ahí. Es aún peor, pensamos que siempre estaremos en
algún lugar (“real”, como en calidad de existencia) y que la gente que nos
rodea también forma parte de ese mundo que no cambia. Incluso, pensamos que
somos trascendentes. Que morimos y quedamos en la memoria. En los recuerdos. En
las historia de quienes nos rodea.
A veces esa sensación de
trascendencia cercana hace que me dé cierta paz. Como una sensación que los que
quiero y me quieren están en una burbuja. Sin embargo, pasan cosas pequeñas
(ínfimas quizás), que me sacan de mi zona de confort. El otro día, Sandra
Aguilar, poeta y compañera de lo que fue
el Taller de la Casa del Escritor con el novelista salvadoreño Rafael Menjívar
Ochoa, me comunicaba que la página web www.casadelescritor.org había
desaparecido. Desapareció sin aviso. Entonces recordamos que nunca fue nuestra
por completa. Nunca supimos dónde había puesto Rafa el host y quizás es el
destino de las cosas cotidianas que hacen los que hoy ya están muertos. Una
mezcla de situaciones la llevo a dejar de funcionar.
No es que La Casa del Escritor
haya desaparecido (físicamente, por ejemplo, sigue ahí). El taller que se daba
en la casa del que fuera “el” escritor Salvador Salazar Arrúe en Los Planes de
Renderos, ya no volverá. Por lo menos de la manera en que lo conocimos. Y eso
ha sido un balde de agua fría para muchos de lo que fuimos participantes.
No es que todo lo vivido por
nosotros (casi treinta jóvenes) que pasamos por ahí haya desaparecido. Incluso,
tenemos dos antologías “Memorias de la Casa”, pero claro que es un visión desde
el presente hacia al pasado. Pero la página web era un resumen, una carta de
presentación de lo que éramos. Un poco eso. Un poco, una muestra. Esa sensación
de colectivo permanente y constante, de vernos listados juntos
.
Ese listado ya no está. He
intentado acordarme cómo estábamos puestos. Qué material (la última
actualización era del 2007) así que estábamos además ahí, más pequeños. Una foto
que ya parece antigua de quienes somos. Pienso que esto me da un sinsabor, no
sólo porque me quita parte de la historia colectiva. Es por lo frágiles que son
los recuerdos. No puedo enumerar en mi cabeza las fotos del sitio. No puedo
enumerar incluso los que estaban en la lista (porque los más nuevos del taller
ya no estaban).
El sin sabor es saber que los
recuerdos van siendo cada vez más subjetivos. Cada vez más recuerdos y la
verdadera muerte es que los recuerdos ya no son sensaciones vivas, sino como entrañamientos,
cosas vueltas a un sitio demasiado personal y frágil.
Entonces pienso no sólo en
Rafael. Pienso en todos los que quiero. Y en los que me quieren. Como estamos
destinados a desaparecer. De manera íntima, subjetiva, mental en cada uno de
los que conocimos y conocemos.
Me imagino que lahipersensibilidad que tengo del recuerdo y de las historias que hilan esos
recuerdos es un poco por donde me tocó vivir. Un país donde la historia y la
memoria colectiva se pierden, se cruza con lo emocional. Donde aún escribimos
el pasado desde el dolor, es cuando la fragilidad de los pequeños registros,
duele.
También desapareció de Wikipedia desde hace rato. Cómo saber cuando terminas? Tiendo a pensar que la Casa no ha finalizado, se que en la página tenía una buena documentación,nuestros textos, recuerdos etc. pero acordáte que La Casa no era la casa de Salarrué (con todo y su buena vibra). Un abrazo.
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