De encontrarse en emergencia, viajes, ser tía y demonios no encontré lo que dicen en los diarios!

Pues sí.

Me fuí de viaje.

Volví.

(Mi muñequito en mybrute creció solito gracias a mis 20 nuevos pupilos y pupilas, chas gracias)

Y en el D.F. Hay emergencia.

El miércoles me fui de viaje siguiendo una ruta Pachuca - Real del Monte- Huasca de Campo- Tajín - Tecolutla - Veracruz - Catemaco.

Y fue que aquí todos vivían la paranoia y yo paseando. Pero bueno, así como muchos de los buenos y buenas salvadoreñas que me han escrito, comentado y chateado su preocupación, yo vi a través de los medios lo que pasaba aquí en el D.F. Y estaba yo tomándome un lechero en la Gran parroquia del Café en Veracruz donde por 5 pesos que valía un periódico local vería una foto del paseo de la Reforma desolado. Me preocupé un poco, pero me preocupé más por mi familia en El Salvador.

-Hola
-Ya sos tía!

Y mi llamada para decir, ey aquí hay emergencia estoy bien, no se preocupen se convirtió en "Tiene los dedos largos, las manos largas y es bien despierto". Yo llamaba un domingo y mi sobrinito había nacido el viernes en la noche mientras yo dormía en un hotel -bien feito- de Tecolutla. Y yo que no aguantaba la emoción en una cabinita frente el mercado de artesanías de Veracruz.

Así que decidimos alargar el viaje que terminaba domingo para aprovechar que en Veracruz no había alarma y que se podía salir a pasear, cosas que no podríamos hacer en el D.F.


Y regresé ayer.

En el camino pasamos por un super de San Andrés Tuxtla, y había ya gente con mascarillas, preguntamos para comprar, pero ya se habían terminado. La señora que me atendió cuando le pagué con la tarjeta, me devolvió mi ticket, voucher y tarjeta y luego se desinfectó las manos. Y me dio miedo como el contacto personal cambia tanto. Como ya no somos personas sino agentes infecciosos los unos de los otros y temía mucho por cómo estaría el D.F. si eso me había pasado algo lejos del barullo.

Y cuando entré por el lado de Iztapalapa, vi que había tráfico, que había mucha gente sin mascarilla -incluyendo una enfermera- y que los niños estaban en la calle -seguramente por estar todas las guarderías cerradas- un tipo trotaba en un parque y el tráfico era re-pesado. Pero todo cambió cuando llegamos cerca de Perisur, el metrobus estaba vacío y la UNAM solita, como algo inédito para un martes a las 8 de la noche. Pero nada como esa foto que quedó en mi cabeza del periódico. Me preocupaba la ciudad más que el virus, que hubiera pánico y desabastecimiento, que se cerrara todo. Pero a excepción de que los restaurantes están cerrados y los bares también, los santos OXXOS y 7-eleven's de mi esquina me abastecen con lo necesario, todo por no querer caminar hasta el Wall-mart, que sigue abierto. Y espero que así continúe. Creo que la paranoia es mayor entre mayor es el estrato económico. Pero espero que todo se normalice, y no pecaré de atrevida de salir mucho, pero no me siento como que el virus está en todo lo que toco -y eso, sépanlo que soy medio germofóbica-.

Lo que sí y creo que me quedó grabado en mi cabeza fue lo que dijo el vendedor ambulante de dulces, en una caseta de Puebla:
-Es que no he vendido nada hoy.

Y es que todo ese comercio pequeño se alimenta del movimiento de la ciudad que hoy está encerrada, y que deben estar pasándola terrible. Y es por ellos más que por los enfermos -que igual espero se curen-, por esos despidos que están anunciando el sector turismo que espero que todo se normalice.

Y no se agobien, las cosas están mejor del Apocalipsis de los medios. Por el momento me divierto ya con las modas de los tapabocas y espero conseguir uno y decorarlo a mi gusto, de todos modos no se preocupen por esta hormiga, que mala hierba nunca muere -bueno sí, moriré como todos, algún día, lejano, espero.