Desde hace varios meses, la Ligia me mandó una liga sobre lo terrible de la situación de las vaquitas marinas y firmé algo en change. org
En esta nota reciente dice:
Hace unos 8 ó 9 años (ay por dios, la vejez), escribí un cuento sobre una vaquita marina. Un ser un poco más mágico. No, no quiero que mis cuentos se hagan realidad.
Aquí les dejo a Eusebia.
Eusebia y su verdestino
En esta nota reciente dice:
En conferencia de prensa, el titular de la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Conanp), Luis Fueyo Mac Donald, reconoció que en efecto la población de esta especie se encuentra en una situación crítica, ya que de los 250 ejemplares que se tenían registrados, en los últimos dos años se perdieron casi 145.
Hace unos 8 ó 9 años (ay por dios, la vejez), escribí un cuento sobre una vaquita marina. Un ser un poco más mágico. No, no quiero que mis cuentos se hagan realidad.
Aquí les dejo a Eusebia.
Eusebia y su verdestino
Eusebia era una vaquita marina. Cuando le
dijeron que tenía un verdestino, no entendió mucho. Su abuelita, que era una
vaquita celeste con algunos pigmentos verdes, le explicó:
-Has nacido con más pigmentos verdes, eso
significa que un día llegarás a tierra.
Eusebia no entendió mucho (otra vez). Pero eso
del verde no le gustaba para nada. El mar es mar y, para rematar, los verdes
son escasos entre las vaquitas marinas (que son normalmente azules y moradas).
¿Cómo llegar a tierra? y ¿Por qué llegar a tierra? Esas preguntas le entraban y
salían, una y otra vez, en su cabeza vacuna.
Dos años después al día de la revelación de su
implacable sino, Eusebia se negaba a buscar la tierra. Había oído por
comunicación satelital oceánica que habían descubierto la existencia de algunas
vaquitas fotofóbicas en tierra. Eusebia dilucidó que se podría tratar de ese
verdestino. ¿De qué sirve estar en tierra si no se puede ver la luz?, se
preguntaba mientras empezaba a notar que los pigmentos verdes de su celeste
eran cada vez más intensos. Rápidamente dispuso un plan. Después de leer mucho,
se enteró que todos los que luchan contra el destino mueren o sufren. Inició,
en sabia prevención, un taller práctico en tres etapas:
1. Tener un amor imposible
Eusebia decidió enamorarse de un caracol.
Caracoles y vaquitas no van, y no van, le decían. Eusebia dijo que debía
entrenarse para su necedad; y para ser justos, Lario le parecía bastante
simpático. El idilio no acabó muy bien, la vaquita terminó con cierto dolor
estomacal (en los cuatro estómagos), pues Lario se echó a dormir una siesta de
dos años, sin avisarle.
2. Tener una causa perdida
Eusebia decidió que velaría para que a las
vaquitas con pigmentos amarillos no se les acusara de robarle la clorofila a
los manglares. Pancartas y manifestaciones. Eusebia ya era toda una necia.
Iban ya dos partes, hacía falta una tercera
antes de pararse implacable ante su verdestino...
3. No creer en la gran Vaca Sagrada
Eusebia se convirtió al Cristianismo y se fue
a predicar. Al parecer algunos moluscos habían oído de un tal Nazareno, pero
nadie de María. Consiguió un par de adeptos y empezó a practicar las ceremonias
de comunión con algas. Tres meses después, Eusebia fue excomulgada, por
supuesto.
Dispuesta y con la necedad en niveles óptimos,
Eusebia se enfrentaría a su verdestino.
-¡Si la tierra me quiere me va encontrar!
El grito de batalla.
Mientras Lario dormía con sus lentillas para
leer puestas, Eusebia fue en busca de su verdestino, se dio cuenta que la
fotofobia no era tan mala. Luego, comprendió que, sin querer, en su necedad,
había llegado a la tierra.
["Menguantes y otras creaturas" DPI, 2008]