viernes, 30 de mayo de 2008

Lunar rojo

Cuando los lunares llegaron a la tierra eran pedacitos de luna que caían como lluvia sobre los lugareños de un lugar llamado Acantosis, un pueblo antiguo. Durante la lluvia, la gente bailaba desnuda y contenta porque los pedacitos de luna caían con la efervescencia de las olas y con la frescura del viento. Luego, los charcos de luna se evaporaban y la luna volvía a ser luna, de a poco volvía a su redondez. Luego empezaba a caer y a caer hasta terminarse. La luna nunca era roja cuando caía, sólo a veces que coqueteaba con el sol.

Los selenitas que vinieron vivir a la tierra, cuando les caía la luna, recordaban al fin, la sangre de los ríos donde nacieron. Y sonreían.

La luna dejó de lloverse, en algún momento. Ya no hay más bailes ni fiestas. La gente sólo hereda lunares y se volvió genético, como todas las mutaciones que han sido alguna vez un préstamo.

Hoy me revisé el hombro y encontré un lunar rojo. Y he recordado que aún no es luna llena para volver.

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