sábado, 27 de agosto de 2011

De la violencia y mi sensibilidad ageográfica

El otro día, después de leer el post de Kyuutz, él me dijo que pues viniendo del país que vengo quizás podría entender un poco más la violencia de México, cuando le dije que no iba a comentar.

A veces siento que no tengo todos los elementos de análisis. No sé de historia mexicana, no he vivido mi vida acá. Cualquier cosa que diga está sujeta a "pero vivís de este país" y con eso pueden cerrarle la boca a cualquiera.

No lo sé.

El asunto es éste. Me duele todo. Ya no soy solo salvadoreña. Después de tres años y sabiendo que estaré aquí por lo menos tres años más, implica que no soy solo salvadoreña. Y es así. Monterrey pienso y ya no es una idea abstracta.

Vengo de un país pequeñito. Normalmente se me hace que en México por lo menos hay 32 El Salvador, uno por cada entidad federativa. Y se me hace difícil comprender esa unidad como nación, como país siendo tantos y tan diversos. Hay "países de México" de los que no sé nada. Pero ya la ciudad de Monterrey ya no es para mí esos estudios de movilidad social de Patricio Solís que leí. Ya no es eso. Conozco a varios regios. Tienen cara y tienen nombre. Y entonces ya no puedo sacudirme las cosas como extranjera errante de paso. Ese tipo de alejamiento que uno tiene cada vez que lee noticias de violencia en lugares tan distantes como Afganistán, Libia, Irak o cualquier otro cruzando el charco, eso que uno se indigna un ratito y luego sigue con todo, muy normal.

Entonces veo estas cosas Monterrey, Torreón que se unen a lo que ya sabemos de Juárez, Tijuana y los eventos como la matanza de los migrantes y otras historias de la frontera sur. Es la violencia que ya no sólo afecta a los más oprimidos (como los migrantes) si no que nos dice que todo está haciéndose anárquico. Entonces me viene el flashback de cuando las maras hicieron su supuesto "toque de queda" o los buses quemados en mi país. La sensación esa de "todo puede pasar". Esta idea del miedo, de lo simbólico, de la ostentación del poder que ya deja pequeñito a los gobiernos.

Leo las noticias en El Salvador y veo muerte por todos lados. Y me duele mi país - y a veces me da culpa de estar acá "a salvo", porque además soy de esa generación que se recuerda que la metían de jugar por el toque de queda, de los colchones en la puerta del cuarto en la ofensiva y ve como se cuentan y cuentan los muertos en El Salvador ahorita que estamos en paz (pues deben ir a crónicas guanacas, un blog donde se cuenta no con números este tipo de historias). Soy, quizás como muchos, fácilmente impresionable, fácilmente me da miedo. Fácilmente me duele.

Me duele mi país y me duele el país donde vivo. Y lo peor del caso es que no sé qué podría hacer yo, ni en un lugar ni en el otro. Porque estoy lejos de uno y al otro todavía no lo entiendo por completo.

martes, 16 de agosto de 2011

Welcome to NHK o de cómo estar jodido no es un drama de televisa

* Absténgase de leer si usted piensa que el anime es sólo para niños*

Pues sí. La gente se va de paseo, la gente viaja. Yo en el verano me puse a ver un anime mientras trabajaba con más baja intensidad. Por andar leyendo conversaciones en tuiter entre la Virjinia y el Doug, me encontré con este anime. Por una extensa conversación sobre este anime con la señorita antes mencionada hago este post que ha estado en borrador varios días.


"Welcome to NHK" es uno de mis animes favoritos de todos los tiempos. No es un anime de magia. No es un anime de niñas y niños con trajes marineros. No es steampunk. No. Es un anime sobre la vida. Incluso podríamos decir que es un poco a lo Inception porque sí, retrata la vida de gente que podría ver anime (pero el anime es de 2006, Nolan: detené tu demanda). No hay héroes. No hay que salvar el mundo. Lo que hay que hacer es sobrevivir. 

De entrada dije "¿NHK? ¿como en la cadena de televisión?". Y no. El NHK podría ser muchas cosas. Se trata de una conspiración de la que es víctima Satou, o así lo cree él. Porque NHK es la asociación japonesa de Hikikomoris  (Nihon Hikikomori Kyōkai) por lo menos para Satou. Los hikikomoris son ninis que no salen de su casa y quizás sufran de agorafobia. Es una situación creciente en Japón,  un país donde la depresión y el suicidio es bastante común. La serie cuestiona cómo en una sociedad como la japonesa basada en el honor y en el trabajo, ser un "nini" es algo demasiado vergonzoso. [En este sentido se me hizo que Satou es el antagónico del hermano de Sakura, la Card Captor, un joven que podía emplearse en casi cualquier cosa y trabajaba los fines de semana -y por cierto ese es otro gran anime que es bonito de analizar por el manejo de los roles familiares y la sexualidad y por los bonitos trajes de Sakura]. 

En esta situación de claustro, Satou alucina, ha perdido el control, ya no sabe cómo relacionarse con la gente y su casa es un chiquero (mientras veía el anime mi cuarto apareció impecable, porque dije yo no soy un hikikomori, el problema fue que lo vi muy rápido). Pero de repente, algo cambia, parece ser que ha llegado una heroína a salvarlo. Este contacto lo lleva a tener otros contactos, con su vecino -un otaku y gamer-, recobrar amistad con su ex superiora del un grupo del bachillerato y otra serie de personajes que no son las personas más tradicionales, esto lleva al anime a enseñarnos diferentes subculturas y sectas donde la soledad juega un papel muy importante.

A pesar de que a veces quise matar a Satou -no sé, no se me da tanto la empatía- y el abuso del fanservice -pero pues inevitable si el anime habla de otakus y similares-, el anime logra manejar y dejarnos entrar en una cultura japonesa para los jóvenes -y sí, ese tema de los jóvenes y las transiciones a la adultez es mi debilidad. Si bien Satou no es mi personaje favorito (aunque no es malo), el vecino Yamazaki, la "senpai" y sobre todo Misaki (la "heroína") son personajes entrañables.

El anime puede manejar varias subtramas del personaje principal sin hacer saltos bruscos. La gente tiene sus manías, sus obsesiones, sus presiones, sus cuestionamientos sobre la vida y sobre la religión. Es capaz de hacerte reír mientras se habla de suicidios, fracasos o despedidas. En general me parece una gran crítica a la sociedad donde vivimos, por ahí dirá la senpai, "podemos comprar cualquier cosa menos las relaciones humanas" o bien Misaki diciendo que no tiene tanta "imaginación" como para creer en Dios.

No hay un final feliz, tampoco es triste. Es un final en el que dos personas reconocen que están jodidos y no saben si lo seguirán estando, pero son capaces de acompañarse y hasta de reírse. 

Yo nomás la recomiendo y ya.

Les dejo por aquí una escena bonita que encontré que no tuviera mucho spoiler


Les dejo también el primer ending que me gusta mucho:

miércoles, 10 de agosto de 2011

Seré feliz nomás por vanidad

Porque la gente bonita siempre está sonriendo.
Sonrisa *inserte marca de pasta de dientes que los deja extra blancos según su preferencia*.

Así.

Porque la tristeza lo pone a uno triste, lo cual es obvio, pero sí:  la tristeza es ansiedad y da insomnio y por eso da ojeras. Y yo con tanta genética tan sensible a las ojeras no me puedo dar ese lujo.

Por eso hay que ser feliz, aunque sea por vanidad.

Pero no hay que fiarse. Como ya decía Tolstoi :"Es asombroso cuán completo es el espejismo de que la belleza es bondad". 

lunes, 8 de agosto de 2011

La Casa "revisited"

Una de las cosas que trajo la agradable compañía salvadoreña que tuve los últimos 10 días, fueron los ejemplares de "Memorias de La Casa", antología de La Casa del Escritor como ya dije por acá.

En la primera hoja: "A la memoria de Rafael Menjívar Ochoa" y el corazón se me hizo chiquito. Leí el prólogo y realmente oía a Mario Zetino hablando. Es más lo podía ver hasta en sus gestos. Y además sus palabras solo me hacían asentir. "Solo se aprende a escribir de una manera: escribiendo", recuerda Eliot y dice lo que somos "un grupo de amigos con una manera común de entender la literatura".

Luego los poemas de todos. Cada quién puesto según el orden que llegó a la Casa (yo estoy casi al final, pues). Tuve chance de conocer los poemas de Erick Chávez, a quien nomás conocí virtualmente el día de la presentación del libro en el CCESV. Pero esa sensación de estar con tu mara y tu mara que admirás no tiene precio. El libro es una de mis más preciadas joyas (permítanme el lugar común poco certero, porque realmente ni me gustan las joyas, pero se entiende)

Dejo además un poema mío, el favorito de Rafa, de paso, además de que es lunes y parece algo adecuado. Es el doceavo poema de un poemario demasiado íntimo de apenas 21 poemas no muy largos.



Se me ha olvidado mi orfandad un lunes por la noche
y en el pecho no hay golpes sino latidos

Es lunes y pienso en mis piernas tan fuertes
en mis brazos algo flácidos
en mi abdomen lleno de ira

Es lunes y soy capaz de empujar alguna piedra
alguna hoja
algún soplido de viento

Y pienso en mi cabeza tan pesada
en mi corazón tan corazón y tan poco músculo
y quizás ya no es lunes
y los sueños sólo nos recuerdan que el dolor es parte de las piernas

Se me han olvidado mis hijas y es martes por la mañana
pero vuelven convertidas en doce,
luego en quince
luego en sal

Nadie nunca ha visto lo que una lágrima borra de los ojos
Por más veces que he nacido
por más veces que me he hecho renacer
sigo pensando que el camino no es mi camino
porque no hay frío suficiente que elimine el vacío que dejan las hojas cuando caen
ni escarcha sobre la que las lágrimas al fin parezcan tontas

Quizás ya es miércoles
quizás no hace frío
quizás no importa

Las cosas no se olvidan para siempre
solo se olvidan.




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