Lunes y lunes

Creo que hoy oficialmente los lunes volvieron a ser lunes. O por lo menos las mañanas de lunes.

Tengo un problema bastante frustrante: cuando sé que me tengo que levantar temprano, no duermo bien; me despierto a cada hora y cualquier movimiento me despierta.

Pues ya van 2 de 5. Dos veces de levantarme a las 5:00 AM y haber dormido muy muy poco. Así que hoy en la madrugada me desperté asustada las 2 y media y nada. No. No, Ana, me dije. No son las 5, podés dormir dos horas más.

Y nada.

Ana no entendía. Y daba vueltas en la cama. Veía el reloj. Iba al baño. Iba a tomar agua. Hasta quizás las 4...


"Bonito lunes", me dije.


Luego. Baño. Ropa. Cartera. Cambio de cartera. La negra. Zapatos Negros. Cartera. Cosas de otra cartera a la cartera negra.


¡¡¡LLAVES!!!

El sábado al medio día salíamos de la oficina dos compañeros (Luis y Rober) y yo, y teníamos una discusión sobre quién se llevaría las llaves. Sólo hay un juego y por lo general el que llegará más temprano se las lleva.

No recordaba en qué podría haber acabado la discusión. ¿Tenía yo las llaves? ¿Había perdido yo las llaves?

No supe más que hacer que llamar por teléfono al pobre Luis (ni tan pobrecito pué, porque ya eran las casi seis).

Pero no me contestó. Ni modo. Debía de haber una manera de abrir la oficina.

Llegué ya algo tarde a mis clases de manejo. Fue un desastre. No sé porqué empeoré tan terriblemente del viernes para acá. Es frustrante. Pero quizás porque parte de mi cerebro estaba pensando en las llaves y la otra en que hay que agarrar la primera salida en el carril derecho en un redondel y en cómo no he leído mucho del manual. Además el tráfico de las 7 AM es un caos y me pone muy nerviosa.... sobre todo porque el viernes tuve un encuentro cercano del tercer tipo con un microbusero de la 30 que se me metía y se ponía muy cerca de mí y se reía mucho de mí (es que eso de andar en un carrito que dice AUTO-ESCUELA, es casi como tener un rótulo de "Loser" -se escribe con una sola "o"-).

Pero bueno. Llegué a la oficina y tenía hambre. La vida me sonrió porque un señor estaba afuera vendiendo una gran porción de marquesote a una cora. Y cafecito y listo.

Ah! Las llaves. No. No las tenía yo. Se las había llevado el Rober, quien llegó unos minutos que yo llegara.

Y el lunes empezó. Por suerte ya acabó. Espero que el martes me sonría y no se carcajee de mí.

Aunque debo aclarar, un lunes no es tan lunes si uno se encuentra a aquel que no se puede mencionar su nombre en un centro comercial y de paso uno le presenta a la mamá. Los lunes quizás no son lunes, después de todo.

(Sip, la quejumbrosa strikes back, pero en light version, porque la vida es bonita y me la paso sonriendo todo el día...).